viernes, 28 de septiembre de 2007

Campamento Familiar de Pastores de ADIEL







TE INVITA AL

1ER CAMPAMENTO FAMILIAR DE PASTORES DE ADIEL

Buscando la Unidad y el Crecimiento

16 al 18 de Noviembre de 2007.
Campamento Bíblico Rancho Grande, El Limón-Aragua.

CONFERENCISTAS:

Eliézer González, Estados Unidos: El Plan de Dios para el matrimonio
Samuel Marcano, Venezuela: El Ministerio pastoral
Edith de Prieto, Venezuela: La mujer al servicio de Dios.


Puedes comunicarte al correo electrónico: dixlopez@gmail.com, para recibir más información.

¡No te lo pierdas!

viernes, 21 de septiembre de 2007

Un poco de humor

Nuevo Logo de UMADIEL

Aquí les presentamos el diseño del nuevo logotipo de UMADIEL. La verdad es que no teníamos uno. Esperamos recibir sus opiniones sobre este logo




Atrapado en la red! Un examen de la adicción sexual online


por Carlos Pinto
La adicción a la pornografía, impulsada por el fácil acceso que Internet nos provee, cada vez está cobrando más víctimas. La iglesia experimenta muchas dificultades a la hora de intervenir en estas situaciones, pero aún así urge una respuesta preventiva y restauradora

Históricamente a la iglesia se le ha facilitado más atender los casos de adulterio entre sus miembros —aunque la forma no siempre ha sido la más indicada— que los de adicción pornográfica ocurridos en la actualidad.

Las iglesias, en su mayoría, indiscutiblemente optan por un proceso de disciplina en casos de adulterio. Pero, ¿cómo debe proceder el consistorio, los ancianos o el pastor cuando algún miembro de la congregación confiesa su adicción sexual a la pornografía que se ofrece en Internet? ¿Se considera un caso de adulterio? ¿Como debería la iglesia prevenir y corregir este hábito que aflige en secreto a muchas personas, parejas y líderes?

Un caso hipotético

Imaginémonos a un pastor exitoso en una iglesia floreciente en algún rincón de nuestra variada región latinoamericana. Llamaremos a este pastor Juan Marcos. Como muchos otros ministros, él ansiaba adquirir una computadora personal para preparar sus sermones y estudios y acceder a Internet desde su casa. Por fin goza de una y puede cumplir esas tareas desde la privacidad de su propio hogar.

Cierto día, mientras buscaba en Internet información acerca de la sexualidad de la vida en pareja, inesperadamente, Juan Marcos se encontró con un aviso promocional de una página que exhibe mujeres muy sensuales en escenas eróticas. Sin saber cómo, se sorprendió a sí mismo navegando en la mencionada página y en muchas otras de igual naturaleza. Cuando se inició, disfrutaba de las imágenes, pero luego se hastió y terminó invadido por sentimientos de culpabilidad y vergüenza.

Ahora, ubiquemos la situación del pastor Juan Marcos en dos diferentes contextos: En el primero, él es miembro de a una iglesia independiente y es el líder máximo de la misma. Su congregación le admira y le tiene en alta estima. Por su naturaleza, en este tipo de congregaciones, frecuentemente no hay parámetros por seguir para proceder en casos de adicción pornográfica. Tampoco gozan de la estructura de una denominación para que regule y, a su vez, ofrezca procesos restaurativos para los líderes que caen en tales conductas pervertidas. Así, el pastor Juan Marcos no se siente motivado para compartir con alguien la adicción pornográfica en la que se ha enredado. Cada domingo actúa como si nada le estuviera sucediendo en su vida íntima y se persuade de que la pesadilla algún día desaparecerá. Valga mencionar que en pocos casos esta fantasía se hace realidad, pero que en la mayoría de personas no logra escapar de tan detestable situación.

Un segundo contexto para ubicar al pastor Juan Marcos es una denominación con larga historia y tradición. El manual de administración pastoral (o los lineamientos de la denominación) incluye una sección sobre cómo disciplinar al creyente o líder que ha incurrido en una falta sexual. En este caso, cuando el consistorio descubre que el pastor es adicto a la pornografía en Internet, se acuerda disciplinarlo, ya que su adicción se considera adulterio —o fornicación—. Le prohíben predicar y, en algunas situaciones, lo apartan del ministerio pastoral. En este contexto, el pastor Juan Marcos percibe como muy dura la disciplina, tanto que le resulta casi imposible someterse a las sanciones impuestas por su denominación y su consistorio. En algunos casos, con mucho esfuerzo y dolor, el pastor es restaurado al ministerio, pero en otros, él termina por retirarse de la congregación y la denominación, sin haber recibido una atención que le dé seguimiento y solución a su problema de adicción pornográfica.

La incompetencia en el manejo del problema solo consigue profundizar en él aún más el sentimiento de vergüenza y dolor, en lugar de proveerle un proceso de restauración. Lo grave de este proceder es que, indirectamente, se fortalece la convicción de que no es conveniente confesar el pecado, porque, de hacerlo, se corre el riego del rechazo y abandono por parte de la congregación. Las personas que no confiesan su pecado aseguran la aceptación de la iglesia, aunque en sus casas y momentos privados experimenten una intensa sensación de soledad.

La raíz del problema

La adicción es, en general, un comportamiento compulsivo y repetitivo que a la persona le resulta difícil controlar. Las causas que originan una adicción pueden asociarse a ciertos tipos de personalidad. Por ejemplo, las personalidades depresivas o impulsivas son más propensas a desarrollar adicciones. Otras explicaciones de origen relacional indican que las personas que crecieron en sistemas familiares represivos, donde existió abuso sexual infantil y no se respetó la intimidad de los integrantes del hogar, podrían tener mayor tendencia a incurrir en adicciones pornográficas.

Algunos psicólogos señalan que la excesiva represión de las conversaciones sobre temas de sexualidad en la familia despierta cierta curiosidad en los hijos. Más tarde, en la adolescencia o adultez, buscan satisfacerla mediante fantasías y deseos sexuales que los sitios pornográficos alimentan agresivamente. Ocurre igual con las parejas que inhiben la expresión sexual. Así se podría propiciar que el cónyuge insatisfecho o reprimido encuentre en la pornografía una alternativa para satisfacer «en secreto» su deseo y curiosidad sexuales. En resumen, la comunicación sobre asuntos sexuales debe ser transparente pero saludable y respetuosa, tanto en las relaciones de familia como en las de pareja. Así se podría evitar el desarrollo de adicciones sexuales.

Finalmente, es importante reconocer que pastores y líderes asumen roles muy agotadores al dirigir la congregación y que, muchas veces, no se sienten gratificados por su labor. A esta carga puede sumársele la crítica constante que sufren por parte de sus ovejas o la queja de sus familiares por su extrema dedicación a la tarea pastoral. Entonces, en condiciones como las mencionadas, si no busca la atención apropiada, el pastor o líder puede sentirse predispuesto a salir al encuentro de conductas auto-gratificantes y así terminar enredado en la adicción pornográfica en la web.

La caída original del hombre rompió su intimidad con Dios y a partir de tan trágico evento de la historia buscamos llenar tal vacío de maneras equivocadas. Es necesario aceptar que los seres humanos tenemos la tendencia a adquirir adicciones como una medida para solucionar conflictos no resueltos, sean intrapersonales o interpersonales. Por tanto, a fin de prevenir la caída de los líderes en la adicción pornográfica es necesaria una vigorosa vida de oración, una apasionada comunión con Dios, un sano balance en el desarrollo de la labor pastoral y una relación conyugal viva y renovada.

Cómo ayudar

Eduque

Una de las mejores herramientas preventivas que la iglesia debe utilizar es la educación y oportuna información. La congregación y su liderazgo deben ser advertidos de los peligros que la Internet posee con respecto a la pornografía y su consecuente adicción. Instruya a la congregación sobre la importancia de colocar la computadora en un lugar visible y eludir así ambientes propicios para acceder secretamente a sitios pornográficos. Provea también asesoramiento para instalar en la computadora filtros diseñados para bloquear el ingreso de páginas web con contenido sexual explícito o de comercialización de estos materiales y en caso de adicción, recomiende no usar la computadora si el nivel adictivo aumenta o ha llegado a ser incontrolable.

Discierna

Debe distinguirse apropiadamente entre el aprecio casual de la belleza del sexo opuesto y el entretenimiento mediante la observación de contenido pornográfico. La industria pornográfica es denigrante, deshumanizante y fomenta el adulterio o la fornicación, pues incentiva el deseo sexual y la lujuria hacia otra persona que no es nuestro cónyuge. Por tanto, es importante reconocer que depender del estímulo de la pornografía para conseguir satisfacción o incremento del deseo sexual no es el medio diseñado por Dios. También es necesario admitir que el uso de material pornográfico resulta un indicador de la presencia de algún otro problema no resuelto, personal o de pareja, que requiere urgentemente un tratamiento.

Establezca programas y políticas

Tanto la denominación como las iglesias deben establecer acuerdos y políticas sobre prevención, tratamiento y restauración de la adicción a la pornografía en Internet. Aunque nos incomode trabajar sobre el asunto, cuando nos enfrentemos ante un caso concreto, tener estas políticas a la mano serán de gran ayuda. Trabajar con el propósito de prevenir es menos engorroso que diseñar un plan de disciplina y restauración para la adicción a la pornografía.

Recordemos que somos pecadores en proceso de santificación, no por nuestras buenas obras ni por merecerlo, sino por la abundante gracia de Dios. Actuemos entonces en justicia y gracia, de igual manera que nuestro Padre Dios nos trata a cada uno, corrigiéndonos y perdonándonos porque su amor es eterno.

Igualmente, mantengamos presente que el propósito final de la disciplina no es ni castigar ni probar que la persona caída estaba errada, sino restaurar su vida para que continúe gozando del perdón y la bendición de ser parte del pueblo redimido de Dios.

El autor es un pastor peruano, psicólogo clínico y familiar, miembro docente de la Asociación Latinoamericana de Asesoramiento y Pastoral Familiar y coordinador de EIRENE-Internacional. En la actualidad reside, junto con su familia, en Quito, Ecuador. ©Apuntes Pastorales, edición julio – septiembre de 2006/ Volumen XXIII – Número 4

sábado, 8 de septiembre de 2007

¿Qué me están preguntando...?



por Judson Poling
Al estar en contacto con muchas personas, llenas de preguntas sobre asuntos espirituales, he descubierto que ese interés generalmente surge por el sentimiento de que en sus vidas hay algo que no funciona como debería. Por tanto, sus interrogantes son más bien motivadas por la inseguridad o el dolor y en realidad, esas personas buscan alivio, no solo información.

Discierna el corazón de una pregunta antes de responder

Uno de mis colegas me contó la historia de un profesor que había tenido. Este era un hombre brillante cuyo padre no había podido suplir las necesidades de su familia. De niño, este profesor escuchaba a sus parientes discutir acerca de quién tendría la responsabilidad de criarlo y en medio de esos pugilatos, invadido por sentimientos de rechazo y abandono, el pequeño se refugiaba en su habitación. Ahí encontraba paz y alivio en los libros.

Cuando estudió el cristianismo, su respuesta inicial a esas ideas fue formular preguntas escépticas. No ha sido la única persona cuyo intelectualismo ha venido a ser una máscara para el dolor, y más que la necesidad de que le corrigieran las preguntas, requería que le sanaran el corazón. Ese niño brillante eventualmente experimentó la sanidad en Cristo y hoy imparte cursos en seminarios.

Al estar en contacto con muchas personas curiosas, llenas de preguntas sobre asuntos espirituales, he descubierto que ese interés generalmente surge por el sentimiento de que en sus vidas hay algo que no funciona como debería. Por tanto, sus interrogantes son más bien motivadas por la inseguridad, el temor o el dolor y en realidad, esas personas buscan alivio, no solo información.

La mayoría de las consultas exteriorizan la presencia de otras inquietudes más profundas, por eso una respuesta fácil y enlatada no aplacará las luchas internas del individuo. ¡Nadie quiere que le den una respuesta de dos centavos para la pregunta del millón de dólares!, ¡y mucho menos si está relacionada con una decisión por Cristo!

Detrás de cada incógnita existe una persona; por eso, lo que realmente debemos hacer es discernir a ese ser para luego ministrarlo.

¿Qué piensa usted?

Gracias a las Escrituras logré replantearme la forma de contestar las preguntas hechas por personas inquiridoras. Descubrí que cuando el hijo de Dios caminó por esta tierra, la gente se le acercó con sus dilemas, dudas e interrogatorios y Él siempre tuvo a su disposición todas las respuestas, aunque muchas veces, contestó las inquietudes con nuevas preguntas.

En Lucas 10.25–26, un experto en la ley se puso de pie para poner a prueba a Jesús. «Maestro —le dijo—, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?».

Jesús no respondió la pregunta. En lugar de esto, le lanzó una pregunta: «¿Qué dice la ley?», «¿qué lees tú en ella?».

También, vemos como en Mateo 18.21 Jesús preguntó: «¿Qué les parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y se descarría una de ellas, ¿no deja las noventa y nueve y va por los montes a buscar la que se había descarriado?» y una vez más, ¡el corazón de su parábola estaba inmerso en esas únicas dos preguntas!

Además, en Mateo 22.41–46, Jesús presentó a los fariseos un pequeño estudio sobre el capítulo 110 del libro de los Salmos: «¿Qué pensáis del Cristo?, ¿de quién es hijo?» Motivado por esta conversación, Jesús logró concluir su plática con la afirmación de que el Cristo sería más que un hijo terrenal de David: sería también el Hijo de Dios. Entonces, se nota fácilmente que la respuesta de Jesús esta vez, consistió en la cita de un versículo y en la elaboración de cuatro preguntas.

Por lo general, Él no respondía a la pregunta, sino a la persona que estaba detrás de cada consulta.

En cierta ocasión, un profesor universitario conversaba con una estudiante que manifestaba una absoluta incredulidad en Dios. Sin embargo el profesor, en lugar de discutir, le consultó: «¿Cómo es este dios, este dios en el cual no crees?».

La estudiante se refirió a un dios vengativo, que buscaba castigarla cada vez que hacía lo malo.

Al haber formulado una pregunta perceptiva, el profesor pudo sacar a la luz los temores de fondo que llevaban a esta chica a dudar. Ella en realidad, estaba buscando alivio de la condenación y hasta ese momento, el único alivio que conocía era el afirmar la inexistencia de Dios.

«Pues yo tampoco creo en ese dios», —dijo el profesor. «Déjame contarte acerca del Dios en el cual creo, el Dios de Jesucristo.»

¿Qué preguntar?

En mi opinión, varias preguntas específicas son eficaces para llegar al fondo de la verdadera cuestión. Por ejemplo, cuando alguien me hace una pregunta, casi siempre contesto de la siguiente manera: «esa es una pregunta interesante, ¿qué piensa usted?»

Lo hago así porque este es el método empleado por Jesús cuando señaló las frases: «¿Qué dice la ley?, ¿qué lees tú en ella?»; de esta forma tengo una oportunidad para entender a la persona y manifestarle además de mi disposición por darle una respuesta «correcta» que tengo interés legítimo por ella. Si se demuestra interés por quien(es) pregunta(n), se puede desarrollar un ministerio muy importante para la iglesia.

También he lanzado la siguiente interrogante: «¿cuál situación en su vida lo lleva a formularme esa pregunta?»

Kathy ya había conocido el cristianismo. Su marido, Jaime, había sido criado en un hogar judío secular y cuando ambos se conocieron, tenían muchas preguntas incisivas acerca de Dios, el cristianismo y la fe.

Jaime por su parte, era un hombre amante de la lógica y por ese motivo, buscaba evidencias para las afirmaciones del cristianismo. En mi interior yo pensaba: «¿cómo puedo contestar las preguntas escépticas e incluso, antagónicas de este hombre?», «¿realmente busca más información? y , ¿por qué hace esas preguntas?».

Podría haber pasado toda la velada perdido con este hombre en las diferentes razones teológicas, mas en lugar de esto, traté de extraer la situación que les llevaba a formular esta pregunta. En ese momento descubrí que la pareja tenía dudas acerca de la manera de criar a sus hijos. Ignoraba si debían criarlos como cristianos, judíos, ateos o mezclar cada religión. De esta forma, una vez conocido el tema central de las dudas, fue posible conducir la conversación hacia la cooperación, en lugar de entablar un fuerte debate teológico.

A veces, no obstante, las preguntas y pensamientos de una persona deben ser confrontados. Por ejemplo, muchas personas hoy en día luchan con la afirmación hecha por Jesús, en la cual señala que él es el camino, la verdad y la vida. «Nadie viene al Padre, sino por mí.» (Juan 14.6) ; se cuestionan si realmente Jesús señalaba que él era el único camino, pues consideran esta afirmación un tanto radical.

«Si yo le dijera que él realmente quiso decir exactamente eso, —les contesto—, ¿usted descartaría la posibilidad de que sea verdad? ¿Por qué no está dispuesto a aceptar esa posibilidad?» Tales preguntas los obligan a enfrentarse a su escepticismo.

Por lo general, lo que mantiene alejadas de la fe a las personas son las consecuencias, ya que son conscientes de que si aceptan todas las verdades del cristianismo deben dejar sus antiguas costumbres de vida. Por esa razón ridiculizan el evangelio. Siempre que puedan dejar a Dios como un tonto y a Cristo como menos que divino, podrán seguir con su estilo de vida no santificada. En realidad, muchas «dudas» tienen poco que ver con la teología y mucho que ver con la moral.

Una vez que hemos traído a la luz una objeción, esta puede ser tratada con compasión y llevada adelante con la verdad, pues el deseo de Dios no es pisotear a los que le sirven, sino bendecirnos.

Nueve preguntas que conducen a respuestas

Quienes buscan respuestas rara vez son conscientes de la razón por la cual dudan o se resisten al evangelio. Por esa razón, cuando hacen preguntas de carácter espiritual, usted puede contestarles con algunas de estas preguntas incisivas.

  1. «Esa es una pregunta interesante. ¿Qué piensa usted?»
  2. «¿Hay alguna situación específica en su vida que lo/a lleva a plantearse esa pregunta?»
  3. «Si usted tuviera que adivinar, ¿cuál creería que es la respuesta?»
  4. «¿Existe alguna respuesta que usted no está dispuesto a aceptar?, ¿por qué?»
  5. «¿Qué le ha motivado para llegar a esa conclusión?»
  6. «¿Qué clase de información podría motivar un cambio en su manera de analizar las circunstancias?»
  7. «¿Cuál es el argumento más fuerte que usted tiene para aquellos que no opinan como usted?»
  8. «¿Si todas las personas tuvieran su misma opinión, cómo sería la sociedad en la cual vivimos?»
  9. «¿Si usted se enterara de que está equivocado, tendría algo por arriesgar?, ¿de qué forma cambiaría su vida?»

Usado con permiso, de Leadership Journal, Vol. XXIII. 4, Octubre 2002. Traducico y adaptado por DesarrolloCristiano.com, todos los derechos reservados.

Directrices para el trabajo en equipo



por Stephen A. Bly
Diez claves para un ministerio efectivo (2 Timoteo 2:14, 15; 3:16, 17)

El trabajo en equipo puede mejorar mucho siguiendo unas cuantas directrices muy simples:

  1. Le damos prominencia a aquello que las Escrituras consideran importante. Nos preguntamos: "Cuán a menudo trata la Biblia esto?" Los problemas menores también necesitan solución, pero no a costa de las confrontaciones de importancia.
  2. Cada mes dedicamos una hora a la oración por nuestro personal y nuestra junta. Una persona que busca al Señor a favor de los líderes de la iglesia gozará de la atención de éstos cuando quiera recomendar algún cambio.
  3. El hecho de expresar nuestra opinión es más importante que el que sea aprobada. Los miembros de una familia necesitan la oportunidad de expresar sus puntos de vista. Eso no significa que tengamos que hacer siempre lo que esa persona dice, pero sí escucharla.
  4. Retenemos el apoyo financiero sólo en casos de fuerza mayor. Algunos dicen:
    "Mi única forma de protestar es reteniendo mis ofrendas". Sin embargo, eso nos quita el derecho a hablar desde cualquier plataforma.
  5. Mientras estamos en la junta, seguimos conectados a la esencia de la vida de la iglesia. Una vez que hemos sido electos, no tratamos de alejarnos de la tensión creativa del ministerio.. Esto ayuda a que nuestra decisiones se apoyen en lo práctico más que en lo especulativo.
  6. Un voto mayoritario es fuerte indicativo de la voluntad de Dios. Si la junta ha sido llamada por el Señor para servir, entonces la lógica presume que el Señor dará a conocer su voluntad a través de cada uno de los miembros. Tal vez la minoría tenga la razón, pero quizá el momento no sea el indicado.
  7. Nunca guarde silencio en una reunión con respecto a algún asunto sobre el cual usted no se callaría en su casa. Los problemas surgen cuando las opiniones que se han expresado claramente fuera de la reunión nunca son expresadas dentro de la misma.
  8. Todo voto en disconformidad simboliza una posible señal de advertencia por parte del Señor. Ningún líder sincero quiere un comité que sólo refrende las decisiones que él toma. El objetivo debe ser lograr una unanimidad bien meditada y entusiasta.
  9. Ámense unos a otros, rechacen las ideas. Los eventos sociales ocasionales con todos los miembros de la junta y sus esposas, en donde no se hable del trabajo, han demostrado ser un ejercicio saludable.
  10. La autoridad espiritual no se utilizará como un garrote. Un voto en contra de un líder espiritual no necesariamente insinúa una falta de compromiso o madurez espiritual.

Para comentar:

  • ¿Cómo alienta su iglesia a las personas para que expresen sus puntos de vista sobre asuntos críticos?
  • Cómo iglesia, ¿cuáles son las reglas no expresadas? ¿ Cómo podemos ser más intencionales en cuanto a lo que valoramos?
  • ¿Cuáles son los asuntos de prominencia en las Escrituras a los que necesitan darle importancia en su iglesia?
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martes, 4 de septiembre de 2007

Requisitos para la Ordenación

La ordenación es el acto en el cual se otorga el título de Reverendo al siervo de Dios, quien por su dedicación al Señor ha estado realizando una obra mediante la cual ha demostrado haber sido llamado y escogido por Dios para el Ministerio de la predicación y de la enseñanza de la Palabra, y que ha cumplido con los requisitos establecidos para ello. El acto se realizará a solicitud de la iglesia por ante la Unión ministerial el cual es el organismo autorizado para otorgar dicho título.
Para la ordenación de un ministro debe cumplirse con los siguientes requisitos:
  1. Ser egresado de un Seminario Bíblico Teológico reconocido por ADIEL.
  2. El egresado de un Instituto Bíblico deberá cumplir con un ciclo de lecturas teológicas y humanísticas en base a una bibliografía sugerida por la Comisión de Asuntos Ministeriales.
  3. Haber cumplido un servicio pastoral mínimo de tres años ininterrumpidos en una iglesia local.
  4. Presentar una tesis de carácter doctrinal de tema libre y aprobar el examen subsecuente.
La Unión Ministerial, por solicitud de una iglesia, y con el visto bueno de la ADIEL, podrá ordenar a un pastor no contemplado en las categorías establecidas en este reglamento, en razón de su servicio pastoral, su consagración y dedicación al ministerio. En todo caso, debe llenar los requisitos enunciados en los números 2, 3 y 4 antes señalados.
Animamos a todos los Licenciados que rtamiten a través de su iglesia la ordenación. Envíen su solicitud de parte de su iglesia a la Comisión de Asuntos Ministeriales. Esta carta puede ser enviada a la oficina de la ADIEL. Además, puede ponerse en contacto telefónico con los Reverendos: Danyz Pastrán 0416-740.2252 o Mario López 0416-344.7425.

Requisitos para la Licencia Ministerial

La Licencia es una autorización para el ejercicio del ministerio de la Palabra, la cual otorga la iglesia local por medio de la Unión Ministerial, y con reconocimiento de la ADIEL, a las personas que hayan manifestado su voluntad de servir en SU iglesia. (Reglamentos de la Comisión de Asuntos Ministeriales, artículo primero).
Para obtener la Licencia se establecen los siguientes requisitos:
  • Ser miembro de una Iglesia evangélica libre y mayor de 21 años.
  • Dar muestras de madurez y fidelidad al Señor.
  • Dar muestra de lealtad a la iglesia local y la ADIEL.
  • Contar con el respaldo espiritual de su iglesia mediante la solicitud de la Licencia respectiva por parte de la misma.
  • Aprobar el examen de aptitudes y capacidades para el ejercicio del ministerio cristiano, de acuerdo a lo establecido por la Unión Ministerial en sus Estatutos.
Animamos a todos los líderes que aún no tienen la Licencia Ministerial a tramitarla, a través de una solicitud de parte de su iglesia a la Comisión de Asuntos Ministeriales. Esta carta puede ser enviada a la oficina de la ADIEL. Además, puede ponerse en contacto telefónico con los Reverendos: Danyz Pastrán 0416-740.2252 o Mario López 0416-344.7425.