viernes, 21 de septiembre de 2007

Atrapado en la red! Un examen de la adicción sexual online


por Carlos Pinto
La adicción a la pornografía, impulsada por el fácil acceso que Internet nos provee, cada vez está cobrando más víctimas. La iglesia experimenta muchas dificultades a la hora de intervenir en estas situaciones, pero aún así urge una respuesta preventiva y restauradora

Históricamente a la iglesia se le ha facilitado más atender los casos de adulterio entre sus miembros —aunque la forma no siempre ha sido la más indicada— que los de adicción pornográfica ocurridos en la actualidad.

Las iglesias, en su mayoría, indiscutiblemente optan por un proceso de disciplina en casos de adulterio. Pero, ¿cómo debe proceder el consistorio, los ancianos o el pastor cuando algún miembro de la congregación confiesa su adicción sexual a la pornografía que se ofrece en Internet? ¿Se considera un caso de adulterio? ¿Como debería la iglesia prevenir y corregir este hábito que aflige en secreto a muchas personas, parejas y líderes?

Un caso hipotético

Imaginémonos a un pastor exitoso en una iglesia floreciente en algún rincón de nuestra variada región latinoamericana. Llamaremos a este pastor Juan Marcos. Como muchos otros ministros, él ansiaba adquirir una computadora personal para preparar sus sermones y estudios y acceder a Internet desde su casa. Por fin goza de una y puede cumplir esas tareas desde la privacidad de su propio hogar.

Cierto día, mientras buscaba en Internet información acerca de la sexualidad de la vida en pareja, inesperadamente, Juan Marcos se encontró con un aviso promocional de una página que exhibe mujeres muy sensuales en escenas eróticas. Sin saber cómo, se sorprendió a sí mismo navegando en la mencionada página y en muchas otras de igual naturaleza. Cuando se inició, disfrutaba de las imágenes, pero luego se hastió y terminó invadido por sentimientos de culpabilidad y vergüenza.

Ahora, ubiquemos la situación del pastor Juan Marcos en dos diferentes contextos: En el primero, él es miembro de a una iglesia independiente y es el líder máximo de la misma. Su congregación le admira y le tiene en alta estima. Por su naturaleza, en este tipo de congregaciones, frecuentemente no hay parámetros por seguir para proceder en casos de adicción pornográfica. Tampoco gozan de la estructura de una denominación para que regule y, a su vez, ofrezca procesos restaurativos para los líderes que caen en tales conductas pervertidas. Así, el pastor Juan Marcos no se siente motivado para compartir con alguien la adicción pornográfica en la que se ha enredado. Cada domingo actúa como si nada le estuviera sucediendo en su vida íntima y se persuade de que la pesadilla algún día desaparecerá. Valga mencionar que en pocos casos esta fantasía se hace realidad, pero que en la mayoría de personas no logra escapar de tan detestable situación.

Un segundo contexto para ubicar al pastor Juan Marcos es una denominación con larga historia y tradición. El manual de administración pastoral (o los lineamientos de la denominación) incluye una sección sobre cómo disciplinar al creyente o líder que ha incurrido en una falta sexual. En este caso, cuando el consistorio descubre que el pastor es adicto a la pornografía en Internet, se acuerda disciplinarlo, ya que su adicción se considera adulterio —o fornicación—. Le prohíben predicar y, en algunas situaciones, lo apartan del ministerio pastoral. En este contexto, el pastor Juan Marcos percibe como muy dura la disciplina, tanto que le resulta casi imposible someterse a las sanciones impuestas por su denominación y su consistorio. En algunos casos, con mucho esfuerzo y dolor, el pastor es restaurado al ministerio, pero en otros, él termina por retirarse de la congregación y la denominación, sin haber recibido una atención que le dé seguimiento y solución a su problema de adicción pornográfica.

La incompetencia en el manejo del problema solo consigue profundizar en él aún más el sentimiento de vergüenza y dolor, en lugar de proveerle un proceso de restauración. Lo grave de este proceder es que, indirectamente, se fortalece la convicción de que no es conveniente confesar el pecado, porque, de hacerlo, se corre el riego del rechazo y abandono por parte de la congregación. Las personas que no confiesan su pecado aseguran la aceptación de la iglesia, aunque en sus casas y momentos privados experimenten una intensa sensación de soledad.

La raíz del problema

La adicción es, en general, un comportamiento compulsivo y repetitivo que a la persona le resulta difícil controlar. Las causas que originan una adicción pueden asociarse a ciertos tipos de personalidad. Por ejemplo, las personalidades depresivas o impulsivas son más propensas a desarrollar adicciones. Otras explicaciones de origen relacional indican que las personas que crecieron en sistemas familiares represivos, donde existió abuso sexual infantil y no se respetó la intimidad de los integrantes del hogar, podrían tener mayor tendencia a incurrir en adicciones pornográficas.

Algunos psicólogos señalan que la excesiva represión de las conversaciones sobre temas de sexualidad en la familia despierta cierta curiosidad en los hijos. Más tarde, en la adolescencia o adultez, buscan satisfacerla mediante fantasías y deseos sexuales que los sitios pornográficos alimentan agresivamente. Ocurre igual con las parejas que inhiben la expresión sexual. Así se podría propiciar que el cónyuge insatisfecho o reprimido encuentre en la pornografía una alternativa para satisfacer «en secreto» su deseo y curiosidad sexuales. En resumen, la comunicación sobre asuntos sexuales debe ser transparente pero saludable y respetuosa, tanto en las relaciones de familia como en las de pareja. Así se podría evitar el desarrollo de adicciones sexuales.

Finalmente, es importante reconocer que pastores y líderes asumen roles muy agotadores al dirigir la congregación y que, muchas veces, no se sienten gratificados por su labor. A esta carga puede sumársele la crítica constante que sufren por parte de sus ovejas o la queja de sus familiares por su extrema dedicación a la tarea pastoral. Entonces, en condiciones como las mencionadas, si no busca la atención apropiada, el pastor o líder puede sentirse predispuesto a salir al encuentro de conductas auto-gratificantes y así terminar enredado en la adicción pornográfica en la web.

La caída original del hombre rompió su intimidad con Dios y a partir de tan trágico evento de la historia buscamos llenar tal vacío de maneras equivocadas. Es necesario aceptar que los seres humanos tenemos la tendencia a adquirir adicciones como una medida para solucionar conflictos no resueltos, sean intrapersonales o interpersonales. Por tanto, a fin de prevenir la caída de los líderes en la adicción pornográfica es necesaria una vigorosa vida de oración, una apasionada comunión con Dios, un sano balance en el desarrollo de la labor pastoral y una relación conyugal viva y renovada.

Cómo ayudar

Eduque

Una de las mejores herramientas preventivas que la iglesia debe utilizar es la educación y oportuna información. La congregación y su liderazgo deben ser advertidos de los peligros que la Internet posee con respecto a la pornografía y su consecuente adicción. Instruya a la congregación sobre la importancia de colocar la computadora en un lugar visible y eludir así ambientes propicios para acceder secretamente a sitios pornográficos. Provea también asesoramiento para instalar en la computadora filtros diseñados para bloquear el ingreso de páginas web con contenido sexual explícito o de comercialización de estos materiales y en caso de adicción, recomiende no usar la computadora si el nivel adictivo aumenta o ha llegado a ser incontrolable.

Discierna

Debe distinguirse apropiadamente entre el aprecio casual de la belleza del sexo opuesto y el entretenimiento mediante la observación de contenido pornográfico. La industria pornográfica es denigrante, deshumanizante y fomenta el adulterio o la fornicación, pues incentiva el deseo sexual y la lujuria hacia otra persona que no es nuestro cónyuge. Por tanto, es importante reconocer que depender del estímulo de la pornografía para conseguir satisfacción o incremento del deseo sexual no es el medio diseñado por Dios. También es necesario admitir que el uso de material pornográfico resulta un indicador de la presencia de algún otro problema no resuelto, personal o de pareja, que requiere urgentemente un tratamiento.

Establezca programas y políticas

Tanto la denominación como las iglesias deben establecer acuerdos y políticas sobre prevención, tratamiento y restauración de la adicción a la pornografía en Internet. Aunque nos incomode trabajar sobre el asunto, cuando nos enfrentemos ante un caso concreto, tener estas políticas a la mano serán de gran ayuda. Trabajar con el propósito de prevenir es menos engorroso que diseñar un plan de disciplina y restauración para la adicción a la pornografía.

Recordemos que somos pecadores en proceso de santificación, no por nuestras buenas obras ni por merecerlo, sino por la abundante gracia de Dios. Actuemos entonces en justicia y gracia, de igual manera que nuestro Padre Dios nos trata a cada uno, corrigiéndonos y perdonándonos porque su amor es eterno.

Igualmente, mantengamos presente que el propósito final de la disciplina no es ni castigar ni probar que la persona caída estaba errada, sino restaurar su vida para que continúe gozando del perdón y la bendición de ser parte del pueblo redimido de Dios.

El autor es un pastor peruano, psicólogo clínico y familiar, miembro docente de la Asociación Latinoamericana de Asesoramiento y Pastoral Familiar y coordinador de EIRENE-Internacional. En la actualidad reside, junto con su familia, en Quito, Ecuador. ©Apuntes Pastorales, edición julio – septiembre de 2006/ Volumen XXIII – Número 4

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