LIDERAZGO | ||
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por Justo Zamora
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La «carne» bien ajustada y adiestrada puede ser una herramienta poderosa y eficaz en las manos del liderazgo pero dañina para la obra verdaderamente espiritual. Años atrás el Dr. Guillermo Donamaría (reconocido ministro argentino) habló sobre este gran peligro. Explicó: «La carne es peligrosa y sutil, y cuando ha sido bien formada puede aparentar ser espiritual; sin embargo, es dinámicamente lo opuesto». En la misma corriente, un maestro de cursos de Dale Carnegie, me enseñó una gran lección, él comentó que a través de los cursos había aprendido cómo relacionarse bien con las personas. Fue cuando se convirtió a Cristo que se dio cuenta de que necesitaba aprender a amar de corazón y no sólo en las formas externas. El pecado puede estar sutilmente disfrazado de amor y aparente preocupación por otra persona porque es la forma más eficaz de sacar ventajas para uno mismo. Tal vez la tarea más difícil del mundo es ser un verdadero líder espiritual y no uno en apariencia. Ser un líder «cristiano» no es tan difícil, pero ser un líder verdaderamente espiritual es muy diferente. Al considerar la historia, uno observa ciertas características y elementos que Dios ha usado en la formación de hombres de Dios. Observemos algunos. La respuesta positiva a los problemas es una de las claves fundamentales. Las grandes dificultades parecen ser las piedras de tropiezo o bien las piedras angulares de la vida. Saúl vio a un gigante y se achicó. David vio al mismo gigante y lo conquistó. La respuesta frente a los problemas determinará el futuro de la persona. Por otro lado, los disgustos, injusticias, aflicciones y acusaciones parecen ser la escuela primordial de Dios para la espiritualidad y el liderazgo, el fuego purificador de la vida. Cuando la persona humillada y quebrantada se somete y busca a Dios, poniendo su confianza en Él como soberano y el Dios que dispone todo para el bien de quienes lo aman (Ro. 8:28), experimentará un gran crecimiento espiritual. La uva madura tiene que ser aplastada para que el jugo dulce sea derramado. Las semillas tienen que ser prensadas para obtener el aceite para la unción. El grano tiene que morir para dar mucho fruto (Jn. 12:24). ¡Qué dulce ministerio cuando de corazón un hombre puede decir: «Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo»! (Gn. 50:20). Una respuesta bíblica a la injusticia, viendo la mano de Dios detrás de los eventos, resultará en un ministerio a «mucho pueblo». Amargura, cólera e irritación permanente en el corazón de muchos líderes, resultan en sequía espiritual y ministerial. Algunos empiezan a lograr con la carne lo que ellos consideran merecer, mientras otros simplemente dejan el ministerio. En un sentido lo que uno precisa es determinar la segunda causa (la razón por la cual Dios lo ha permitido) y no solo la primera causa, lo que la gente me ha hecho (Sal. 66:10-12). La historia enseña, como en el caso de José o Job, que Dios ordena y permite que hombres y aun el diablo maltraten a sus siervos para propósitos eternos. No entender este principio divino indica falta de conocimiento de la soberanía, sabiduría y poder de nuestro Dios. La limitada vista humana causa que una persona quede con amargura e ira. Muchos de los golpes más fuertes y duros son los que Dios destinó como fuerza necesaria para advertir la necesidad de crecimiento y/o cambio en nuestras vidas. Un diamante por su dureza requiere un golpe fuerte de otro diamante o algo más duro para romper los bordes y permitir que la luz se refleje correctamente. Cuando respondemos con ira y amargura realmente estamos mostrando nuestra falencia espiritual y estamos resistiendo la obra forjadora de Dios. Dios emplea las aflicciones para enseñarnos y formar nuestra vida interna. Los seminarios pueden formar la mente pero el carácter a la imagen de Cristo, la humildad y el poder espiritual se forman en los pensamientos secretos y la reflexión en medio de las aflicciones. Hace poco en un programa de televisión escuché al comentarista decir que cierto atleta de 36 años de edad estaba al fin de su profesión, que ya no podría pensar en más logros. Hay muchos pastores que también a la edad de 36 ya no pueden pensar en más logros; han dejado de crecer. Cuando un líder se estanca, por la razón que sea, su ministerio se estanca. No estamos pensando en números sino en crecimiento interior, crecimiento espiritual, intelectual y de habilidades. Los grandes líderes espirituales han sido hombres que constantemente han buscado la forma de crecer; leen libros, toman cursos, dedican tiempo a la reflexión, buscan conocer y ver más allá de lo que previamente han visto. Mientras más profundamente desarrollamos la vida interior, más alto y amplio es el ministerio que Dios realiza a través de nosotros. Cuando un hombre crece, Dios extiende su ministerio. Hoy día vemos que muchos buscan otro plan, otra estrategia, otra unción, cuando lo que les falta es una vida íntima y obediente para con Dios. El plan, la estrategia, la unción bien pueden ser sustitutos de la bendición y engrandecimiento que Dios da. Como son sustitutos, al poco tiempo hay desilusión y se comienzan a buscar otras «soluciones». Si deseamos ser todo lo que Dios desea que seamos, y no sólo cristianos con la carne bien adiestrada, necesitamos día tras día recordar que los problemas son desafíos de Dios; las aflicciones son instrumentos del gran cirujano para nuestra formación y para que crezcamos cada día en gracia, conocimiento y sabiduría. Que en su camino permanezcamos, siempre! ®Apuntes Pastorales Vol. XIV, número 3. © Copyright 2008, Desarrollo Cristiano, todos los derechos reservados. |
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