miércoles, 3 de octubre de 2007

Prioridades Pastorales



Tom Ascol

Uno de los mayores desafíos que enfrento en mi vida como pastor es mantener el equilibrio adecuado de mis prioridades. Cada pastor debe cumplir diversos roles para poder permanecer fiel a su llamamiento. Debe ser un estudiante de la Palabra de Dios. Debe ser un hombre de oración. Debe proveer liderazgo a la iglesia. Debe trabajar duro para predicar y enseñar la Palabra para que la gente que está bajo su cuidado se forme continuamente a la imagen de Cristo. Debe hacer la obra de evangelista y debe entregarse a la obra personal con los miembros. Todo esto y más aún es lo que está implicado en el servicio a Cristo como pastor de las almas.

Pero cada pastor es más que un pastor. En primer lugar es un discípulo. A menudo es un esposo y, muy probablemente, sea un padre. Además de esto, puede que tenga otras obligaciones ministeriales. ¿Cómo es entonces que se pueda cumplir con todos estos roles importantes evitando sacrificar lo mejor en el altar de lo bueno? Aun en las mejores circunstancias, representa un desafío que puede ser desalentador.

Una pregunta que a menudo le hago a la gente que aconsejo es la siguiente: “¿qué es lo que Dios, por orden de prioridades, le ha llamado a ser?” Es una pregunta que sirve para clarificar, ya que obliga a evaluar la vida en base a lo que es más importante. De vez en cuando yo mismo me hago esta pregunta y descubro que me ayuda a procurar obtener un equilibrio en mi propia vida.

Un cristiano

¿Qué es lo que Dios me ha llamado a ser? En primer lugar, me llama a ser un sincero y devoto seguidor de Jesucristo. Esto es tan básico que fácilmente se puede dar por descontado y quedar en el olvido. Un gran peligro del ministerio es el profesionalismo. Un pastor puede llegar a ser muy apto para cumplir su tarea. Como en cualquier otra vocación, en el ministerio del evangelio ciertas habilidades pueden desarrollarse y pulirse. Un pastor puede llegar a ser tan eficiente en su ministerio público que otros pueden considerarlo como alguien muy exitoso.

Pero cuando el “profesionalismo” como mentalidad se apodera de la perspectiva del pastor, su corazón inevitablemente comenzará a ser negligente. Y es precisamente el corazón la principal arma de cada pastor. Si usted no ama a Dios de todo corazón porque ha negligente en las responsabilidades básicas del discipulado, no importa que tan “exitoso” pueda ser en lo profesional. En realidad, todo será una farsa.

Spurgeon contaba de un pastor el cual “predicaba tan bien y vivía tan mal que cuando estaba en el púlpito todos decían que nunca debía salir de allí, y cuando estaba fuera de él, todos decían que nunca debería volver al mismo”.[1] Dicha fragmentación de la vida puede ser aceptada en otras profesiones, pero difícilmente lo sea en un cristianismo vital, y mucho menos en un ministerio pastoral fiel.

Muchos buenos hombres han sido derrotados en este nivel básico. Por lo tanto, cuide su corazón. Vaya a la Palabra de Dios en primer lugar como un creyente. Un pastor necesita las mismas cosas que les dice a otros que necesitan. Debería seguir la sabiduría de Robert Murray McCheyne el cual dijo, “no es tanto el gran talento lo que Dios bendice, sino la gran semejanza a Jesucristo. Un ministro santo es una poderosa arma en la mano de Dios”.[2]

Pablo les dijo a los ancianos de Éfeso “mirad por vosotros”. Cuando repite esta exhortación a Timoteo añade que hacerlo es esencial para salvarse a sí mismo y a los que lo escuchan (Hechos 20: 28; 1 Timoteo 4:16). Los pastores deben tener como asunto de disciplina prioritaria el leer, meditar y memorizar la Escritura. También deben orar para que el Espíritu obre en sus propias vidas. Cualquier cosa que esté por debajo de esto es mala praxis espiritual.

Un esposo

Después de ser un cristiano, Dios me ha llamado a ser un esposo. Como muchos pastores, tengo la bendición de tener una esposa piadosa y fiel. Dona y yo hemos tomado nuestros votos matrimoniales muy en serio, lo cual significa que debo tenerla por encima de cualquier otra persona. Con la excepción de Jesucristo, ella es mi máxima prioridad.

Ser un esposo es una responsabilidad maravillosa. El ser cabeza de nuestro hogar es una gran responsabilidad. Una esposa piadosa necesita y desea recibir un liderazgo piadoso por parte de su esposo. El llamamiento a ser un esposo piadoso implica proveer dicho liderazgo. Jesucristo llama al hombre a luchar en contra de los errores opuestos e igualmente mortíferos de la pasividad auto-protectora y el autoritarismo egoísta en el trato con su esposa.

La esposa del pastor puede que tenga el rol más difícil de toda la iglesia. Ella ve todas las faltas y carencias en su esposo y sin embargo debe recibir la instrucción de la Palabra de Dios por medio de él semana tras semana. Ella vive en una pecera. Las expectativas irreales de la congregación a menudo pueden agregar gran estrés a su vida. Los comentarios inapropiados, los cuales pueden o no proferirse para dañar, pueden herirla profundamente. Si además de éstas y otras presiones, ella siente que su propio esposo la está descuidando, la presión puede ser demasiado grande para soportarla. Como esposo, es mi responsabilidad y privilegio asegurarle a mi esposa que ella es más importante para mí que cualquier otra relación o responsabilidad humana que pueda tener. Estoy llamado a nutrirla y amarla, a ayudarla a cumplir su propio llamamiento como mujer de Dios.

Dona necesita saber que ella es más importante para mí que mi ministerio como pastor. Cuando este mensaje es comunicado con claridad y regularmente, entonces las inevitables temporadas de elevadas demandas de parte de la iglesia se sobrellevan más fácilmente.


Un padre

La tercera cosa que Dios me ha hecho es un padre. Dona y yo tenemos seis hijos, así que tengo mucha práctica en cuanto a la paternidad. Si tuve que resaltar el cuidado especial con respecto a las esposas de los pastores, sepamos que los hijos de los pastores se han convertido en situaciones proverbiales. Demasiado a menudo son sacrificados por “amor al ministerio”. Recuerdo estar sentado en mi estudio siendo un joven pastor y escuchar a un pastor retirado cuyo ministerio exitoso era aclamado en todas partes. Él me habló de las muchas cosas maravillosas que había experimentado en las iglesias en que había servido. Luego agregó, “pero pagué un alto precio por mi éxito. Mis hijos no obtuvieron lo que debieron de su padre y hoy día se han alejado del Señor y de la iglesia”.

Él comenzó a llorar y yo reflexionaba para mí mismo. En aquel momento mi único hijo era apenas un niñito. El atractivo de las necesidades infinitas y las oportunidades de ministrar me estaban tentando a descuidar a mi familia por amor a “mi ministerio”. Pero Dios me recordó que en términos de prioridad, Él me ha llamado a ser padre antes de llamarme a ser pastor. Mis hijos necesitan saber que luego de su madre, son lo más importante en mi vida. Mi congregación también necesita saber esto.

Un pastor, fácilmente (aunque sin intención) puede descuidar a sus hijos por la errónea noción de que siempre debe estar disponible para ministrar a otras personas. Incluso en el mejor de los casos, habrá algunas interrupciones en la vida hogareña del pastor. Él está de guardia las 24 horas del día. Si un miembro de la iglesia muere o sufre un trágico accidente antes de que el pastor salga de su casa para llevar a su hijo a pescar, sus planes necesariamente deben cambiar. Se deben esperar ese tipo de exigencias.

Debido a esto, cada pastor que es padre debe esperar estas dos tentaciones. La primera es la de sencillamente esperar que su hijo entienda el cambio de plan en la misma forma que él lo hace. Un pastor sabe que algunas veces es necesario interrumpir los planes para poder ministrar el evangelio de la gracia de Dios a las personas dolientes. Pero, dependiendo de su edad, todo lo que su hijo sabe es que él no fue a pescar porque alguien más lo necesitaba y recibió el tiempo y la atención de su padre. Cuando estas ocasiones surgen, el padre debe hablar con su hijo, mostrar empatía con él y procurar compensar esta situación en una forma razonable e intencional.

La otra tentación es la de sentirse muy abrumado con la culpa debido a que tuvo que cambiar sus planes, de modo que permite que su hijo le manipule a tomar acciones o decisiones que de otra forma no procuraría intencionalmente. La paternidad motivada por la culpa se ha vuelto demasiado común en nuestra cultura, y los pastores desafortunadamente no son inmunes a la misma. Los pastores deberían intencionalmente separar un tiempo en sus agendas para sus hijos y cuidar ese tiempo en forma denodada. Cuando los planes que afectan a nuestros hijos deben cambiar por emergencias ministeriales, debemos ser diligentes en compensarles de alguna forma.


Un pastor

La cuarta cosa que Dios me ha hecho es un pastor, éste es mi llamamiento vocacional. Esto es lo que ocupa la mayor parte de mí tiempo. Constantemente me asombro que Dios me haya dado el privilegio de servirle de esta forma. Es el llamamiento vocacional más elevado del mundo. Mis responsabilidades como pastor preceden cualquier otra actividad, recreativa o de otro tipo. Todo lo que está implicado en pastorear la grey de Dios, lo cual la Biblia detalla en forma bastante comprensible, está dentro de mi responsabilidad. En cuanto a esto, mis tareas más importantes son las de ser fiel en el ministerio de la Palabra y la oración. Nuevamente, esto no se debe llevar a cabo simplemente en una forma “profesional”. Más bien se debe implementar en mi propia búsqueda de la santidad.

El ser pastor va acompañado de una inevitable soledad. Gran parte de la obra que se debe hacer, únicamente se puede llevar a cabo cuando el hombre está a solas con su Dios. Sin este tiempo íntimo con Dios, el tiempo invertido en la gente no tendrá mucho valor. Existen miles de “ayudas” disponibles para los pastores hoy día para capacitarlos en la dura tarea del estudio y la oración. Frecuentemente los pastores reciben con una desfachatez vergonzosa avisos publicitarios que ofrecen sermones “poderosos”, programas “garantizados”. Cualquier persona con un poco de ingenuidad, un poco menos de integridad y amplios recursos financieros se puede proveer en buena forma con un fluir constante de dichos recursos. Pero negará su llamamiento al vivir del trabajo de otros en vez de hacer él mismo la obra del ministerio.

Un ayudante


Más allá de estos cuatro llamamientos de mi vida, también estoy involucrado en ayudar en otros entornos. Mi obra con Founders Ministries (Ministerios de Fundadores, editando el Founders Journal [Diario de Fundadores], publicando, etc.) y mi involucramiento en la conferencia y asociación local de pastores también son importantes. Pero en términos de prioridades estas cosas están por debajo de las cuatro que ya he mencionado anteriormente. Si tengo esto en cuenta puedo librarme de muchos dolores de cabeza y confusiones.


Manteniendo el equilibrio

¿Cómo se ponen en obra estas prioridades? Bueno, aquellos que me conocen mejor, fácilmente podrían identificar que no siempre practico lo que he escrito aquí. Pese a que mi deseo e intención es la de nunca desviarme, en repetidas oportunidades he tenido que hacer correcciones a mitad de camino a lo largo de los años. Pero ese es el valor de tener las prioridades claramente definidas. Las mismas nos proveen un mapa confiable para realizar dichos ajustes.

Cada prioridad se construye sobre aquellas que le preceden. Quiero ser fiel en mi obra con el Ministerio de Fundadores pero no puedo serlo (independientemente de lo mucho que se logre a través de mis esfuerzos) si lo hago a expensas de mis responsabilidades pastorales con Grace Baptist Church. Es más, puedo ser un pastor fiel sin estar involucrado en otros ministerios. Pero no puedo ser un pastor fiel si descuido las más elevadas prioridades que son mi esposa y/o hijos. De hecho, según 1 Timoteo 3:4-5 estaría descalificado si dichos descuidos son característicos en mi vida. Tampoco puedo ser un padre fiel si le fallo a mi esposa. Por el contrario, una de las mejores cosas que puedo hacer para mis hijos es amar a su madre en forma correcta. Y no puedo ser un esposo fiel si descuido mi relación con Cristo.

Todas las demás prioridades de mi vida podrán funcionar en forma apropiada si las mantengo en su lugar adecuado. Pero cuando una prioridad inferior salta a una posición superior, entonces tengo que prepararme para una caída. Sería espiritualmente desastroso colocar a mi esposa por encima del Señor, o a mis hijos por encima de mi esposa, o mi ministerio pastoral por encima de estas tres. No es una desatención a la iglesia que sirvo que coloque la prioridad de servirles luego de mi devoción hacia Cristo y mi familia. Por el contrario, la iglesia obtiene más de lo que necesitan de mí cuando ministro en base a un compromiso consciente con estas prioridades.

Al recordar las prioridades de estos llamamientos en mi vida, me resulta más fácil establecer y mantener el equilibrio en mis obligaciones. Quizás la disciplina más útil para facilitar este equilibrio sea el aprender a decir no. Spurgeon le dijo eso a un ministro. ¡Aprender a decir que no tiene mucho más valor que aprender latín! Estaba en lo correcto. Independientemente de lo mucho que un pastor procure hacer, siempre habrá más para hacer. Algunas cosas que reclaman su atención deben dejarse sin hacer para que pueda hacer lo que es mejor. Cuando tenga que tomar esas decisiones difíciles, debería hacerlo en base a las prioridades de su llamamiento. Luego puede confiar en que ha actuado por la fe, en base a los reclamos que Dios ha hecho con respecto a su vida.

Traducido de: http://www.founders.org/FJ47/editorial.html

Founders Journal – Winter 2002 –pp.1-4,9


[1] Lectures to My Students (Sermones a mis estudiantes) reprint edition (Grand Rapids: Zondervan, 1954), 17.

[2] Andrew Bonar, Memoir and Remains of Robert Murray McCheyne (Memorias y vestigios de Robert Murray McCheyne) reprint edition (Grand Rapids: Baker, 1978), 258.


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