miércoles, 29 de agosto de 2007

"Promesa y cumplimiento"

Mario Enrique López

Vivimos en un mundo en el que se ofrecen muchas cosas y en donde muchas personas realizan muchas promesas. Escuchamos a los hijos decir: “voy a portarme bien” o “te prometo que estudiaré”, a novios decirle a sus novias: “sólo tendré ojos para ti”, y muchas otras promesas que se expresan. Sin embargo, pocos son los que las cumplen: muchos son hijos desobedientes, muchos matrimonios se separan. Sin lugar a dudas, podemos decir que el concepto que engloba una promesa ha caído en descrédito y las personas ya parecen no confiar en nada.

En el libro de Génesis encontramos la historia de un hombre común y corriente llamado Abram al cual Dios decidió escoger para continuar con un plan trazado mucho tiempo atrás. Un día Dios le dijo a Abram: "Deja tu tierra, tus parientes y la casa de tu padre, y vete a la tierra que te mostraré. "Haré de ti una nación grande, y te bendeciré; haré famoso tu nombre, y serás una bendición. Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan; ¡por medio de ti serán bendecidas todas las familias de la tierra!" (Génesis 12:1-3). No sólo resalta la orden que Dios le da de salir de su tierra hacia una nueva, sino las promesas que le hace. Dios le promete a Abram que le bendeciría, convirtiéndolo en una gran nación a la cual le daría la tierra de Canaán (12:7), y que a través de él serían benditas todas las familias de la tierra. En este momento, Abram era un anciano de 75 años y no tenía hijos. Una promesa que parecía bastante difícil de cumplir.

Pero, este anciano decidió creer a Dios y obedecer su orden de salir. Aunque en el texto anteriormente citado no se observa que Dios le estableciera condición alguna, la fe expresada a través de la obediencia permitió que la promesa fuese confirmada. En 13:14-17, Dios le promete a Abram darle la tierra de Canaán a él y a su descendencia. Además, le promete que también iba a multiplicar de una manera numerosa. Le ordena recorrer la tierra. Y Abram lo hace tal como Dios lo ordena. En el capítulo 15, encontramos a este hombre desarrollando una fuerte relación con Dios, basada en la fe expresada a través de la obediencia y la adoración. Dios le afirma nuevamente que le dará una descendencia numerosa. Han pasado ya varios años, desde la primera vez que Dios le hizo esta promesa. Sin embargo, “Abram creyó al Señor, y el Señor lo reconoció a él como justo.” (15:6) Dios además, le promete darle a su descendencia la tierra de Canaán y le da algunos detalles sobre el futuro (15:13-21). Estas palabras se habían cumplido y faltaba que el pueblo entrara a la tierra prometida. Los primeros lectores del Génesis seguramente eran retados a avanzar con este relato. En Génesis 17, Dios se le aparece a Abram, han pasado ya veinticuatro años desde ese primer llamado y ahora Dios le demanda a su siervo que viva intachablemente en su presencia. Además, le cambia su nombre a Abraham, significando con esto que él sería Padre de multitudes. Le da un nombre para su Hijo: Isaac. En corto tiempo vuelve a aparecérsele para confirmarle a él y a Sara que tendrán un hijo que se llamaría Isaac. Comienza una nueva etapa para este hombre. Un año más tarde, “Sara quedó embarazada y le dio un hijo a Abraham en su vejez. Esto sucedió en el tiempo anunciado por Dios.” (21:2) ¡Dios cumplió lo prometido!

Este era el inicio de ese cumplimiento, pues si seguimos leyendo el Génesis y el resto del pentateuco, vemos que a través de Isaac se formó la nación de Israel, instrumento de Dios para anunciar al mundo de entonces que Jehová es el único Dios. Además, a través de este pueblo vino más tarde el Señor Jesucristo, Salvador de todo aquel que cree en su sacrificio en la cruz.

Pero, a través de la vida de Abraham aprendemos varias lecciones importantes para nuestra vida:

1. Dios realmente cumple lo que promete.

2. Dios es Soberano y tiene un tiempo específico y adecuado para cumplir sus promesas. No se apura ni tampoco se tarda.

3. Dios desea ver en sus hijos una fe sólida, expresada a través de la obediencia y la adoración.

Aunque en este mundo tengamos personas que no hayan cumplido sus promesas podemos estar totalmente seguros que Dios es fiel para hacerlo. Así que, ¡confiemos en Él!

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